jueves, 11 de noviembre de 2010

Extractos de "La mano del emigrante", por Manuel Rivas

"Si unimos apego y pérdida, como quien reúne dos hemisferios, el resultado es morriña, o su hermana saudade, dos palabras preciosas y carnales, tan manoseadas por el tópico. El mundo, en su hechura verdadera, es decir, como geografía emocional, también está constituido por esos dos hemisferios. La vida humana transita entre el Apego y la Pérdida.

En este libro hay un "cuerpo a cuerpo", buscado de forma intencionada, entre el relato de ficción y el relato periodístico. Me apasiona el contrabando de géneros, ¡otra vez en la frontera!, y este encuentro es la mejor respuesta que se me ocurre a la cuestión recurrente sobre el lugar de lo real y de la "verdad" en el periodismo y la literatura.

La mirada literaria sirve para ensanchar, en todas las dimensiones, el campo de lo real. Para crear, para inventar, más realidad.

Pero la mirada camina con los pasos del apego y la pérdida, abre su propio sendero, y recicla los mensajes publicitarios como harapos con los que tejer un sentido y depositar la melancolía.

Una ardilla rebuscaba en la hierba. Se irguió sobre la cola, vigilando el decidido andar del intruso, con esa forma de interrogación que tiene el cuerpo de la ardilla en parada de alerta.

Me vino a la cabeza un pensamiento aterrador. ¿Se podrá también transplantar la cabeza con los sueños y la memoria dentro?

Pero los recuerdos nos perseguían, olfateaban el rastro, al acecho durante años, rondaban en la noche, trepaban por las hiedras y los desagües, gorgojeaban en los sumideros, se deslizaban como medusas por las vísceras grasientas de la ciudad."

Extractos de "¿Cómo nos venden la moto?". Información, poder y concentración de medios, por Noam Chomsky e Ignacio Ramonet

"I. EL CONTROL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, por Noam Chomsky

La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una cominsión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.

Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra.

Hay que domesticar al rebaño desconcertado, y no dejarle que brame y pisotee y destruya cosas, lo cual viene a encerrar la misma lógica que dice que sería incorrecto dejar que un niño de tres años cruzara solo la calle.

Y hay que quedarse callado y portarse bien, lo que significa que han de hacer lo posible para que penetren en ellos las creencias y doctrinas que servirán a los intereses de los dueños de la sociedad.

La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario.

Se trataba de movilizar a la opinión pública a favor de conceptos vacíos de contenido, como el orgullo de ser americano.

Estamos todos juntos, en torno a eslóganes vacíos, tomemos parte en ellos y asegurémonos de que no habrá gente mala en nuestro alrededor que destruya nuestra paz social con sus discursos acerca de la lucha de clases, los derechso viviles y todo este tipo de cosas.
La gente que se dedica a las relaciones públicas no está ahí para divertirse; está haciendo un trabajo, es decir, intentando inculcar los valores correctos.
La mayoría de los individuos tendrían que sentarse frente al televisor y masticar religiosamente el mensaje, que no es otro que el que dice que lo único que tiene valor en la vida es poder consumir cada vez más y mejor y vivir igual que esta familia de clase media que aparece en la pantalla y exhibir valores como la armonía y el orgullo americano. (Como "Los Simpsons").
El rebaño desconcertado es un problema. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habrá que distraerlo. Será cuestión de conseguir qu elos sujetos que lo forman se queden en casa viendo partidos de fútbol, culebrones o películas violentas, aunque de vez en cuando se les saque del sopor y se les convoque a corear eslóganes sin sentido, como Apoyad a nuestras tropas.

Los individuos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poder de hacerlo -la comunidad financiera y empresarial- y para ellos trabajamos.

Desde el momento en que un individuo no encuentra la manera de unirse a otros que comparten o refuerzan este parecer y que le pueden transmitir la ayuda necesaria para articularlo, acaso llegue a sentir que es alguien excéntrico, una rareza en un mar de normalidad.

El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: es una batalla permanente.
Tal como decía con orgullo el Washington Post durante la histeria colectiva que se produjo durante la guerra del golfo Pérsico, es necesario infundir en la gente respeto por los valores marciales. Si se quiere tener una sociedad violenta que avale la tuilización de la fuerza en todo el mundo para alcanzar los fines de su propia élite doméstica, es necesario valorar debidamente las virtudes guerreras y no esas inhibiciones achacosas acerca del uso de la violencia. Esto es el síndrome de Vietnam: hay que vencerlo.

Desde la guerra del Vietnam se ha realizado un enorme esfuerzo por reconstruir la historia.
Si se tiene el control absoluto de los medio sde comunicación y el sistema educativo y la intelectualidad son conformistas, puede surtir efecto cualquier política.

El cuadro del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras.

Y este es el peligro de la democracia: si se pueden crear organizaciones, si la gente no permanece simplemente pegada al televisor, pueden aparecer esas ideas extravagantes, como las inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar.

Sólo en los dos años que George Bush padre estuvo en el poder hubo tres millones más de niños que cruzaron el umbral de la pobreza, la deuda externa creció progresivamente, los estándares educativos experimentaron un decilve, los salarios reales retrocedieron al nivel de finales de los ños cincuenta para la gran mayoría de la población, y nadie hizo absolutamente nada para remediarlo.

En un estudio de la Universidad de Massachusetts se preguntaba a la gente si creía que los EE.UU. debían intervenir por la fuerza para impedir la invasión ilegal de un país soberano o para atajar los abusos cometidos contra los derechos humanos. En una proporción de dos a uno la respuesta del público americano era afirmativa. Había que utilizar la fuerza militar para que se diera marcha atrás en cualquier caso de invasión o para que se respetaran los derechos humanos.


II. PENSAMIENTO ÚNICO Y NUEVOS AMOS DEL MUNDO, por Ignacio Ramonet

¿Qué es un pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conunto de fuerzas económicas, en especial las de capital internacional.

Dos cadenas suecas, p.ej., decidieron no seguir difundiendo las series Power Ranger y The Edge, sospechosas de haber ejercido una nefasta influencia en los niños homicidas noruegos.

La Asociación americana de psicología hizo público un informe que rvelaba que durante los cinco años que drua la escuel aprimaria, un niño ve en la tlevisión unos 8.000 asesinatos y más de 100.000 actos violentos.

Esto puede hacerlo habituarse a la violencia, a banalizarla y hacerlo insensible, más tarde, al sufrimiento de los demás.

Antes de alcanzar la edad de doce años, un niño habrá visto, en Francia, unos 100.000 anuncios que, subrepticiamente, van a contribuir a hacerle interiorizar las normas ideológicas dominante. Y enseñarle criterior consensuales de lo bello, el bien, lo justo y lo verdadero; es decir, los cuatro valores morales sobre los cuales para siempre se edificará su visión moral y esttica del mundo.

La cuestión de saber si el publiciesta dice la verdad o no, ni siquiera se plantea.

Por imitar al héroe de una plícula para adolescentes, The Program, que se acostaba sobre el asfalto de una autopista y permanecía inmóvil en medio de la circulación, varios jóvenes americanos fueron atropellados en las carreteras de EE.UU. en otoño de 1993.

Estas diversiones elesctrónicas proponen de ordinario mini relatos de aventuras; los guiones suelen estar inspirados en guerras reales: Vietnam, Afgansitán, Nicaragua, Golfo, Bosnia...: un héroe sigue un recorrido iniciático durante el cual no cesa de elminiar adversarios cada vez  ás temibles. Matar, destruir, fusilar, son actos contstantes que reclaman estos juegos y a los que el adolescente procede, pulsando simplemente un botón. Este pequeño gesto que mata, a la larga, se banaliza e irrealiza la idea misma de la muerte, ilar, no obstante, de la filosofía y la religión en todas las civilizaciones.

Una exposición demasiado frecuente a la realidad virtual induciría a una verdadera descomposición psicológica, haciendo una sangría en las fuerzas vivas de la personalidad en beneficio de uno o varios mundos virtuales.

En efecto, los indecisos tienden a alinearse con la opinión de la mayoría. Paul Watzlavick, especialista de la comunicación de la Escuela de Palo Alto, ha mostrado cómo un individuo aislado acababa por dudar de sus propios sentmientos y cómo llegaba, para no distinguirse, a aceptar la opinión del mayor número de personas.

En la película de Milos Forman Alguien voló sobre el nido del cuco, una última herramienta de la ingeniería del consentimiento: los tranquilizantes y ansiolíticos.

La crisis del cuarto poder
Agotados por el trabjao, horrorizados por el paro, angustiados por el porvenir, hechizados por la televisión, aturdidos por lost ranquilizantes, los ciudadanos sufren un adoctinamiento constnate, invisible y clandestino. ¿Pueden contar con la prensa, con eses recuerso del ciudadano que a veces es llamado cuarto poder y que tradicionamlmente, en las dmeocracias, tiene por función principal desvelar la verdad yproteger a los ciudadanos contra los abusos de los toros tres poderes? Dehecho, para decirlo llanamente, no.

El diario televisado, principalmente grancias a su ideología d elo directo y del tiempo real, ha ido imponiendo poco a poco un concepto radicañlmente distinto de la información. Informar es, desde enctonces, mostarar la historia en marcha, o más concretamente, hacernos asistir en directo al acontecimiento.

El objetivo prioritario para el ciudadano, su satisfracción, ya no es comprender el alcance de un acontecimiento, sino simplemente verlo, mirar cómo se produce bajo sus ojos. De est emodo se establece, poco a poco, la engañosa ilusión de que ver es comprender.

Y, finalmente, porque querer informarse sin esfuerzo es un ilusión que tiene que ver con el mito publicitario más que con la movilización cívica. Informarse cansa y a este precio el ciudadano adquiere el derecho de participar inteligentemente en la vida democrática.

Para no actuar en la ex Yugoslavia bajo la presión de la máquina mediática, la estrategia del presidcente Clinton consiste en evitar a toda costa que Bosnia aparezca en la primera página de los grandes medios de comunicación. Cada día de silencio sobre Bosnia en los informativosde televisión es un día ganado.

Instantaneidad, espectacularización, fragmentación, simplicficación, mundialización y mercantilización son desde ahora las principales caracte´risticas de una información estructuralmente incapaza dedistinguir la verda de la mentira.

Algunos sueñan con un mercado prefecto d el información y la com unicación, totalmente integrado gracias alas redes electrónicas y de satélites, sin frontesras, funcionando en tiempo real y en permanencia; lo imaginan construido sobre el modelo del mercado de capitales y flujos financieros ininterrumpidos...

Todos constatan que la información es ante todo considerada como una mercancía y que este carácter es, con muchoi, más fuerte que la misión fundamental de los medios de comunicación: iluminar y enriquecer el debate democrático.

Si nadie controla a los guardianes del nuevo orden social, ¿qué peligros hay para la democracia?

Ni el Sr. Ted Turner de CNN, ni el Sr. Rupert Murdoch de News Corporation Limited, ni el Sr. Bill Gates, de Microsoft, ni el Sr. Jeffrey Vinik, de Fidelity Investments, ni el Sr. Larry Rong, de China Trust & International Investmente, ni el Sr. Robert Allen, de ATT, no más que el Sr. George Soros o decenas de otros nuevos amos del mundo, han sometido nunca sus proyectos a sufragio universal La democracia no es para ellos. Se consideran por encima de estas interminables discusiones en las que conceptos cmoo el bien público, la felicidad social, la libertad, la igualdad y la solidadridad, tienen todavía sentido.

A sus ojos, el poder político no es sino el tercer poder. Antes está el poder económico y luego el poder mediático. Y cuando se posee esos dos, como bien ha demostrado en Italia el Sr. Berlusconi, hacerse con el poder político no es más que una formalidad."